Viva la vida
Por: Hillary Jency Vanegas Meléndez
La sociedad nos ve como si no fuéramos capaces de tener habilidades, de aprender y desempeñar cargos. No todas las personas tenemos la misma discapacidad. La mía está en el cuerpo, no en el pensamiento.
Mi nombre es Hillary Jency Vanegas Meléndez, tengo 32 años y soy indígena del Pueblo Piratapuyo. Nací en el Resguardo Yaguará II, entre los límites de Caquetá, Meta y Guaviare, en los Llanos del Yarí. Es un territorio que nunca olvido, porque fue donde nací; pero, también, es el lugar en el que fui víctima de la guerra.
Vivo en el municipio con el nombre más bonito de Colombia: Belén de los Andaquíes, Caquetá. Tengo discapacidad física y desde los cinco años demostré mi sexualidad: soy una mujer transgénero de la comunidad OSIGD (Orientación Sexual e Identidad de Género Diversa). Vivo del diario. Hago collares y manillas en mostacilla. La pandemia me afectó profundamente, pero sigo de pie, con la frente en alto, luchando la vida. Mi sueño es ser profesional. Quisiera estudiar y superarme un poco más. No tengo títulos ni diplomas, pero sí la capacidad de alcanzarlos. Solo tengo hasta el grado quinto. Con poco estudio, he logrado ganarme espacios decisivos para representar a mi gente, a mi comunidad.
Mis padres nunca pudieron explicarme de dónde proviene mi discapacidad; yo tampoco lo sé. Solo doy gracias a Dios porque aún camino.
Hace un tiempo, a los 16 años, tuve dos meses muy difíciles de terapias y medicamentos para el dolor. Debí retirarme del colegio porque me tocaba caminar dos horas para ir a clases y no podía hacerlo. Estaba cansada del bullying y, además, como estaba en un cambio bastante complicado porque era un niño y me sentía mujer, no iba a ser fácil lidiar con todo a la vez. Con el tiempo, pude superar los obstáculos físicos, la barrera del señalamiento y el rechazo. Sin embargo, hay quienes insisten en discriminarme. Eso sí, lo hacen más por mi discapacidad, que por ser mujer trans. La sociedad nos ve como si no fuéramos capaces de tener habilidades, de aprender y desempeñar cargos. No todas las personas tenemos la misma discapacidad. La mía es en el cuerpo, no en el pensamiento. La tengo porque me tocó, pero no es impedimento para lograr los sueños y las metas que me propongo.
Una muestra de esto, son los espacios que me he sabido ganar: soy locutora de radio de una emisora comunitaria. Mi programa se llama: “Bésame”. También, soy reportera comunitaria del PDET (Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial), no tengo sueldo, lo hago por vocación, porque me encanta la comunicación. Soy consejera territorial de paz, reconciliación y convivencia en el municipio de Belén de los Andaquíes. También hago parte del Consejo Comunitario de Mujeres. Soy delegada de ASOJUNTAS. Represento a la OSIGD. Soy una mujer activista. Nada me detiene.
Sé que en algún momento no podré volver a caminar. Mi discapacidad es degenerativa y tengo que estar preparada cuando ese día llegue. No me voy a acomplejar, porque es una barrera mental que no quiero proyectar ahora. Voy a seguir adelante, no me detendré ni un momento, se los aseguro.